Es el último de los dormitorios del Palacio y el que ocupaba Fortunato de Selgas, el alma erudita de la familia. Así, siguiendo esos intereses intelectuales y arqueológicos que le caracterizaban, se concibió el ornato de la estancia, donde la decoración del techo y de los montantes de las puertas se inspiran en las fórmulas elegantes, ligeras y de tonalidades claras del estilo pompeyano. Entre el mobiliario destacan dos piezas muy importantes del estilo barroco español, son dos arquimesas de concha con aplicaciones de bronce.
Se encuentran en esta dependencia otros dos bocetos de la serie de la Vida de San Bruno, realizados por el pintor italiano Vicente Carducho. Se trata de estudios preparatorios realizados para el monasterio de El Paular. Sin embargo, la obra pictórica más importante de la estancia, y que ocupa, como merece a su condición, un lugar preferente en la misma, es, sin duda, la espléndida Adoración de Reyes Magos, de Theodoor van Loon, pintor flamenco del s. XVII, que se trasladó a Italia. En la obra se puede observar la influencia italiana destacando a Caravaggio. Es una de las siete escenas de la vida de Cristo que el pintor realizó por encargo de la iglesia de St. Jean Baptiste en Béguinage, Bélgica.
Escuela Boloñesa. S XVIII.
Destaca la fuerte perspectiva arquitectónica y las ruinas, que el pintor dispone al arbitrio de su fantasía para crear un paisaje de nuevo cuño. En este tipo de obras solían colaborar dos pintores, encargándose uno del paisaje y otro de animarlo mediante pequeñas figurillas humanas.
CRONOLOGÍA: siglo XVII (2ª mitad)
ESTILO: Barroco
MEDIDAS: 1,62×2,41m
TÉCNICAS: Pintura al óleo
MATERIALES: Oleo y lienzo
Cuadro de gran tamaño y formato longitudinal en el cual se representa el tema de la llegada de los tres Reyes Magos con las urnas de oro, incienso y mirra.
En el lado izquierdo se localizan las figuras de la Madre y el Niño sentadas en una escalinata en la que se apoya en la parte trasera San José. La virgen está ataviada con un vestido de color rojo intenso y delantal azul. Exhibe un peinado de frente aplastada, bucles sobre las orejas y melena rizada que le cae sobre los hombros. Sostiene en sus rodillas al Niño, que juguetea con el contenido de la urna que le ofrece uno de los Reyes postrado a sus pies. Tanto el rostro de la madre como del hijo muestran una faz redonda, blanquecina y de mejillas sonrosadas que contrastan con el carácter curtido y popular del resto de los personajes que pueblan la composición. Los tres Reyes visten ricos ropajes que constituyen un pretexto para un estudio de calidades táctiles y de plegados. En un primer término, un sirviente, dispuesto de espaldas al espectador, agarra una de las urnas, mientras que otro le sujeta el largo y amplio manto rojo. En el ángulo superior derecho de la composición se ofrece una mínima referencia paisajística sobre un grupo de personas vestido a la moda cortesana. El resto del fondo es un muro arquitectónico muy oscuro en el que se abre en la mitad una ventana. Desde ella, dos personajes vestidos igualmente como cortesanos contemplan la escena. El colorido es muy rico, destacando especialmente los rojos intensos, los oros brillantes y los blancos satinados, que refuerzan el barroquismo de esta composición abigarrada. Se trata, sin duda, del cuadro de un maestro con gran peripecia en el dibujo, muy académico en el tratamiento de los plegados y muy agudo en el de los rostros.